viernes, 3 de febrero de 2012

“HASTA DONDE LLEVA EL ANTIVALOR” , 17/11/2005

Todo docente tiene derroteros importantes, propósitos trascendentes y misiones a veces imposibles sin el favor de Dios. Toda su actuación se reviste de una serie de imponderables momentos que exigirán una consolidada formación moral para resolver lo que se plantea.
Y no es nada sencillo si nos referimos a una sociedad que dolorosamente establece el antivalor de la impunidad, desidia e impudicia convirtiendo los espacios educativos en una caterva de palangristas que reducen la Academia a nulidad.
Se dan casos de “docentes” presos de su impúdico comportamiento que aún cuando reconocen maestría, capacitación y preparación desvalorizan a otros profesionales haciéndolos víctimas de su propia nulidad, obstaculizan trayectorias en el transitar de lo académico y por supuesto arrastran consigo el fracaso tácito. Es cuestión de decisión a qué grupo pertenecer. Vanidades de la libertad ciertamente, pero que en cuestiones de la educación no pueden ni deben permitirse. 
Probablemente, los acosados por estas situaciones detengan su paso para comprender cuanto sucede pero perdería más si guarda todo lo inmensurable que posee para hacer de sus alumnos hombres y mujeres grandes, gana en la medida que da. Es importante también, recordar que un profesional no es el que obtiene un título, sino el que sabe valorar a los demás por lo que son y en la medida que identifiquemos estos grupúsculos que socavan la verdadera esencia de la Escuela, surge otra tarea que es la de acabar su influencia con nuestro trabajo pues según afirmaba el célebre científico Albert Einstein “Dar ejemplo no es la principal manera de influir sobre los demás; es la única manera”.
En este sentido, el modelamiento de los valores para impulsar el reto que representa acabar con la ignonimia se hace cada vez más exigente en quienes llevamos la dura tarea de llevar luz en estos caminos sublimes de atender espíritus pues en educación la voluntad es una forma de expresión imperativa y no admite cobardes cultos de hecho y es un espacio en el que la adversidad llena de aprendizajes interesantes.
Debemos primordialmente saber qué valores asumimos en la acción docente; la evaluación de lo propio será fundamental, antes que la evaluación de los valores o antivalores de “los demás” y asumir que “tenemos que trabajar incansablemente si no queremos presenciar la ruina de nuestra generación” lapidaria frase mencionadas alguna vez por Don Bosco en 1880 y con cuanta vigencia aún se mantiene.
No olviden repicar la campana….no están sólos…