Soy un gran admirador de las
gaitas venezolanas, género nacido según relatan en la grande tierra de
Maracaibo en el estado Zulia y que nos llenan de alegría cada diciembre,
aunque las que siempre escuchamos no representen sino una mínima parte de la
inmensa riqueza musical que conforman esta expresión que alaba la cultura
marabina o de nuestro país, que exalta a la bella Virgen de Chiquinquirá o
simplemente entona protestas en contra de una forma de gobierno establecido
(éstas últimas escasas en los últimos años por cierto) o de alguna situación
irregular en la sociedad.
Entre esas, se encuentra una divertida gaita llamada El Reclamo que
interpreta el excelente Neguito Borjas con la Gran Coquivacoa que sin
duda resulta un llamado a la conciencia nacional en relación a las
preferencias musicales pero que muy bien llama la atención en todas las áreas
vitales del venezolano…"para el reguetton yo tengo una gaita mijooo"
lo cual resulta una gran pancarta para promover los valores que nos
caracterizan como patria. Resulta triste y hasta contaminante cómo actualmente
los medios de comunicación relegan y hasta desprecian las autóctonas
expresiones musicales por favorecer ritmos ajenos llenas de contenidos
degradantes y ofensivos al espíritu humano, o sino relatos de vidas
miserablemente superficiales.
"Llamo al recato de la transculturación, para que a nuestra
tradición le den un mejor trato…" continúa la canción al mejor ritmo
gaitero reclamando la escasa proyección que dan a las gaitas con respecto a
otros estilos… "sería muy grato que la gaita con gran difusión sonara en
la radio como el reguetton o como el vallenato" se levanta como una ola
fuerte intentando arrastrar la indiferencia en que está sumida la conciencia
venezolana hoy ante el arrebato de espacios que son propiamente nuestros y que
evidentemente pudieran ir socavando nuestra pertenencia a la cultura
venezolana. Y así como la música hoy bien podría ser mañana los trabajos, las
decisiones que nos afecten las que estarían en manos ajenas a nuestros
intereses.
Me atrevería a afirmar que existe una influencia pérfida de esos
ritmos tristes con los problemas que azotan a la juventud venezolana (sexo a
temprana edad, violencia, discriminación, imprudencias, embarazo en
adolescentes) y no se trata de restarle importancia a la relación directa que
tienen estos asuntos que tiene la familia como responsable de sus hijos e
hijas. Qué distinto sería que escucharan los ritmos atentos, amables y gozosos
de los valores que presenta por ejemplo la gaita venezolana así como una
atención esmerada de los padres y maestros (quienes muchos de ellos
paradójicamente a veces están presos por la ignorancia y displicencia) hacia
las inquietudes que hoy agobian a la muchachada.
Repiquemos las campanas al ritmo gaitero y este diciembre, mes de
reflexión y dichas, sea oportuno asumir, defender y promover los elementos que
nos caracterizan como familia de bienestar, como país de progreso y como parte
de un planeta ecológicamente sustentable.
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