jueves, 15 de noviembre de 2012


Varias cosas al mismo tiempo...

Cada día es una maravillosa oportunidad para agradecer al Señor Dios por la oportunidad de respirar el nuevo día. Las mañanas adornadas con las pinceladas que da el grande sol en el infinito cielo son un gran aliciente para comerse al mundo en la jornada. Hace falta muchísimo optimismo para salir en paz a las calles nuestras hoy…y a nuestras escuelas. Leo horrorizado una noticia de esas que espanta y llena de preocupación acerca de la salvaje agresión que sufrió una maestra valenciana dentro del aula de clases hasta rogar de rodillas no la asesinara, sus estudiantes aterrorizados sólo gritaban y clamaban por sus vidas. No imagino la dantesca situación. Y ruego a Dios siempre que jamás nos ocurra algo siquiera parecido en nuestras escuelas.
Lo peor (si aún cabe decirlo) es que el presunto delincuente fue estudiante de la escuela donde cometió semejante barbarie. ¿En qué momento dejó de ser la escuela el espacio de crecimiento humano, espiritual e intelectual de los estudiantes? ¿Por qué no se valora hoy el rol del docente como formador? ¿Dónde quedó aquella posición familiar en la que se exaltaba el respeto al docente? ¿Cómo es que una función tan importante como la de un maestro es tan tristemente despreciada por quienes son responsables de su estabilidad y máximo bienestar posible? ¿Con qué ligereza y bajo qué pobres argumentos un bachiller opta por estudiar educación sólo porque es más fácil y seguro salario?
Estudiantes que parecen padecer de una especie de sordera mental (pues nos consta por sus audífonos que no lo están físicamente, más pareciera el deseo de no escuchar a nadie) ante las llamados de atención, madres que parecen expiar sus culpas aceptando los chantajes de sus hijos, padres que se escudan en el trabajo para no “atormentarse” de las acciones de su descendencia, abuelos, quienes ya cansados, sólo soportan lo necesario para dejar algo de estabilidad a sus nietos (abuelos que inexplicablemente aceptan que sus hijos les “dejen” o “tiren” sus obligaciones paternales). Infraestructuras que no respetan el mínimo deseo de tomar agua al menos pues no cuentan con filtros para apaciguar la sed en un clima tan caluroso como el nuestro. Desprecio a los sentimientos.
Parece que el lenguaje de la violencia escolar, aunque anormal y sumamente peligroso, está echando raíces a la vista de todos empoderando la indiferencia y la  ignorancia, males que sin duda son la génesis de la destrucción de los pueblos. ¿Qué estamos esperando para revertir toda esta hecatombe? A repicar campanas!
Lcdo. Ángel González 
@angelgr31
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