En anteriores
oportunidades hemos comentado la triste realidad en nuestras
instituciones educativas sobre la práctica y fomento de los
elementos que caracterizan a la identidad nacional venezolana, que
superficialmente se evidencian en el irrespeto a los símbolos
patrios, el desconocimiento de nuestras raíces y una marcada
adopción de modismos extranjeros, y que sale al tapete cuando se
evalúan los logros de las actividades que se han desarrollado
durante un año escolar. Y en esa área, como diría un docente en el
tercer lapso “estamos reprobados” y la lleva a Revisión.
¿Quién tiene
responsabilidad de promocionar los aspectos que nos identifican como
venezolanos habitantes de este hermoso territorio bendecido por Dios?
Cuche (2008) señala a la identidad como “un estado de conciencia,
el sentimiento más o menos explícito de pertenecer a un grupo…o
comunidad” unidos por la pertenencia y los intereses comunes, de
tal manera que la respuesta a la cuestión anterior sería “Cada
uno de nosotros es responsable como Todos también”, un proceso
dinámico y transformador que exige de la persona un real compromiso
para asumir su identidad personal y social.
Sin embargo, siempre
la escuela resulta acusada en el banquillo cuando un chico o chica no
practica ni manifiesta aprecio real por nuestra cultura, nuestras
costumbres, nuestra idiosincrasia. La escuela es un espacio
importante y quizá con mayores oportunidades para generar el
afianzamiento de los valores nacionales, pero si el docente no
planifica adecuadamente, no muestra coherencia en sus acciones como
venezolano, no creemos resulte muy efectiva. De hecho, hay
investigaciones que demuestran que muchos docentes ni siquiera
conocen los contenidos que establecen los programas que suministra el
Estado para las distintas asignaturas del sistema educativo. Otras
por su parte, insisten en la importancia de resaltar la identidad
nacional y hasta lo proponen como un eje transversal aparte de los
actuales como un mecanismo desesperado ante la situación presente en
la sociedad.
Elaborar carteleras,
vestirse y bailar danzas tradicionalistas, propiciar espacios para
juegos tradicionales no son suficientes si cada docente no está
“consciente” de su rol como líder de la comunidad que acompaña.
Parece una dura crítica a la escuela actual pero es innegable lo que
está a la vista. En próximos artículos también reflexionaremos
sobre quienes acompañan en esta labor a la escuela y cómo revertir
esta situación sin que en el mañana quedemos atrapados en un sin
sabor de la nada, de los nadie y de lo olvidado.
@angelgr31
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