lunes, 22 de julio de 2013

Vocación, ¿Dónde estás? (I)

Resulta impactante escuchar a una estudiante de educación que no le gustan los niños. Más preocupante que lo afirme sin vergüenza alguna y como si estuviese obligada a cursar esta carrera que exige tanto compromiso y que sea tal vez un punto de partida para entender algunos desajustes del sistema. Vaya reto el de los formadores de maestros.

Vocación viene del latín "vocare", que significa llamar. Se supone que es la inspiración con que Dios llama a algún estado, especialmente al de la religión, generalmente se entiende como la inclinación a cualquier ocupación o profesión. Bien sabemos que es Dios quien determina a través de los dones que nos otorga el camino a recorrer para alcanzar su gloria, el bienestar propio y el progreso del colectivo donde estamos llamados a ejercer nuestra labor.

Esa preferencia ciertamente ha de contar con la asesoría adecuada de los padres y maestros, y de aquellos que aconsejan con su experiencia y sabiduría para recomendar un determinado modo de vivir, sin embargo, es la propia persona que al constatar sus gustos, cualidades y defectos, las ventajas y desventajas de lo que quiere seguir, "se siente en la obligación de pensar muy bien, de consultar y orar y leer, para no irse a dedicar a una profesión que no le va a servir o no lo va hacer feliz". (Sálesman, 1993). En este sentido es oportuno recordar una historia sobre la abeja y la mosca que nos ilustra las actitudes respecto a la vocación. Salieron ellas una mañana al campo, la abeja se fue de flor en flor recogiendo mieles y néctares y llevó su colmena ricos en alimentos y aromas a favor de la humanidad.

La mosca se fue de basurero en basurero y recogió en sus patas varios millones de microbios, los cuales dejó en los alimentos de la mesa al posarse sobre ellos y con eso infectó a toda una familia. ¿Moraleja? así como las abejas hay personas que recogen los buenos ejemplos de profesionales y así se llenan de energías y sobre todo entusiasman a los confundidos a aclararse.

Hay otros que como moscas, con su pobreza espiritual van sólo perciben y expresan y hasta siguen malos ejemplos e infectan contra todo oficio digno.

¿Cuántos en educación son abejas y moscas? ¿Cuántos hemos deparado en los sistemas de ingreso a la formación docente para garantizar verdaderas vocaciones y no cantidades? ¿Cuánto más conocemos que "sobreviven" en el ámbito educativo sin vocación? ¿Qué hacer ante esta realidad?

Dice una frase "el mundo es de Dios y se lo alquila a los valientes" y sin duda alguna, hay que demostrar hidalguía al comprometerse con la docencia pues no se trata de un simple cheque por servicios prestados sino de una actitud en que su "transmisión se convierta en su diario vivir" (Ramos, 2001), en que su imagen sea modelo en la construcción de una patria de educandos felices, proactivos y sobre todo, claros son sus aspiraciones y metas. Continuará...

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